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...creer en ti es algo tóxico.

domingo, 15 de marzo de 2009

Me encantas.

En serio. Me encantas. Y no sé cómo decírtelo. 

Eres tan tierno. Tan especial.

Me haces enojar. Me haces sentir mal.

Me haces sentir triste. Y me haces recuperar la sonrisa de inmediato.

Te ríes conmigo. Y me consuelas si lloro.

Lloro porque eres tan tonto como para no darte cuenta.

Río porque simplemente eres tú.

Odio quererte así.

Odio que me desilusiones. Pero sobre todo odio que vuelvas a ilusionarme.

Odio no resistirme a tus encantos innatos.

Odio que seas tan tú.

Pero me encanta que seas como eres.

¡Eres tan malditamente desesperante!

¡Y tan malditamente perfecto!.

Te odio.

Pero te quiero.

Esas tonterías del corazón

lunes, 9 de marzo de 2009

Mi corazón palpitó a toda velocidad cuando él sonrió y preguntó: ¿Cuándo estás de cumpleaños, pequeña?.

Por el apodo de 'pequeña' casi me pongo a correr y saltar por toda la estancia, pero como persona sensata sólo me dediqué a corresponderle la sonrisa y decir la fecha. Dirigí mi mirada hacia un árbol que brindaba su sombra a nuestros amigos que se reían de algún chiste que había contado el payaso del grupo.

Hablábamos trivialidades de la vida.

Recalcó mi diferencia de edad con todos los demás. Yo era la más pequeña, pero no menos por eso. Claro que no. Aunque llevábamos un buen tiempo de conocernos no me extrañó su pregunta, aunque yo me sabía su cumpleaños de memoria y lo había llamado de las primeras en su momento, él no tenía porqué saberse el mío. Menos si era un desmemoriado. Durante todo ese tiempo había descubierto que era pésimo para las fechas, y que incluso así de despistado seguía siendo tan... tan él. Por supuesto. Me burlé de mi propio pensamiento. No podía ser otra persona.

De pronto, se acercó a mí de manera absolutamente peligrosa para mi corazón. Al borde de una taquicardia, él retiró algo de mi cabello y se alejó con una sonrisa plasmada en su rostro.

-Tenías una pelusa en el pelo -me mostró la insignificancia y mostré una mueca que alguna vez intentó ser sonrisa.

-Ah. -respondí sumisa.

-¡Oigan par de tórtolitos! -ambos volteamos al mismo tiempo. Yo me sonrojé por la alusión.

-Nada que ver -repliqué en voz baja y lo miré de reojo. Me sonrió radiantemente y se paró para acercarse al resto. Suspiré.

Esas tonterías del corazón...