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Café mañanero

miércoles, 2 de enero de 2008

Era una mañana fría cerca del mar, abrigada por un confortador chaleco, en la terraza con una vista panorámica espectacular del mar y del puerto. Tomó entre sus manos la taza de café humeante y aspiró el aroma que salía de allí. Con una sonrisa suave y aún con sueño se veía bastante tranquila. Abrió sus ojos para admirar el paisaje marino que se presentaba frente a ella. Bebió un sorbo del café mañanero y se sentó al borde de ese sillón con cómodos cojines.

¿Cómo tantas situaciones y momentos vividos se podían reducir a una simple mirada de satisfacción?. ¿Cómo se podía estar tranquila después de tantas cosas?

Se había sentido eufórica ese año. Se había sentido depresiva. Había sentido que su vida pendía de un hilo y si hubiese querido hasta ahí llegaba. Había sentido el amor en carne y hueso. Y después había sentido la desilusión y el desamor. Pero había conocido la amistad, la fidelidad y el amor entre amigos. Compartió con su familia hasta el último día y lo pasó de verdad muy bien. Al final había vivido tantas cosas que no sabía realmente por donde empezar a contar.

Siempre supimos que la vida era un montón de cosas que se mezclan y que pasan a ser parte de nosotros. Que tenía sus altibajos. Que no todo era color de rosa. Mas sin embargo estaba ahí.

Miraba el mar.

Miraba el mar y se sentía en paz consigo misma.

Todo estaba bien y empezaba bien.

Bebió otro sorbo de la taza humeante y se sonrió.

Sin duda, aparte de estar en paz y amor, la mejor forma de empezar el año era con un café mañanero.

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